SEPTIEMBRE

03 de Septiembre – 365 momentos con El


La benignidad: el vestido invisible que transforma tu día


¿Alguna vez has sentido que, por más que aguantas, llega un momento en el que explotas?
La paciencia te ayuda a resistir, pero lo que verdaderamente cambia la forma en que respondes es la benignidad. Vivimos en un mundo donde es más común reaccionar con enojo, sarcasmo o indiferencia que con comprensión y amabilidad.
Sin embargo, la Biblia nos recuerda que la benignidad no es debilidad, sino una fuerza poderosa que suaviza conflictos, restaura relaciones y abre puertas que el orgullo nunca podría abrir.

Lo mejor de todo es que no tienes que fabricarla tú mismo: es un regalo de Dios, un fruto que Él quiere producir en tu vida. La pregunta es:

¿qué pasaría si hoy eligieras vestirte de benignidad?

03 de Septiembre – 365 momentos con El.

La dulzura que abre puertas: descubre cómo la benignidad cambia relaciones y destinos

03 de Septiembre – Un Día a la Vez: 365 Momentos con Él


El poder oculto de la benignidad: la clave para vivir con paz y propósito


La Benignidad
Si la paciencia es el amor que sabe soportar las dificultades, la benignidad es la manera en que respondemos frente a esas dificultades. Es la actitud con la que tratamos a los demás y con la que hacemos las cosas de cada día.

Ser benigno significa ser comprensivo, amable, tratar con dulzura, tener buena voluntad, ser compasivo y delicado en la manera de hablar y actuar.
No siempre es fácil —porque nuestra reacción natural suele ser la dureza o la indiferencia—, pero lo hermoso es que Dios está formando en nosotros un carácter como el suyo: lleno de amor y bondad.

La benignidad de Dios engrandece nuestra vida

David reconoció que no llegó al trono por sus propios méritos, sino por la benignidad de Dios.

En 2 Samuel 22:36 dice: “Tu benignidad me ha engrandecido”. Y lo demostró al tratar con bondad al nieto de su enemigo, Mefiboset, sentándolo a su mesa en lugar de rechazarlo.
Eso mismo hace Dios con nosotros: aun sin merecerlo, nos sienta a su mesa y nos muestra amor.

La benignidad en nuestra vida diaria

Jesús también habló de la benignidad en las bienaventuranzas, mostrándonos que ser amables, misericordiosos y pacificadores es vivir como hijos de Dios.
Podemos imaginarlo así:

  • La paciencia es como los amortiguadores de un carro: ayudan a resistir los golpes del camino.
  • La benignidad es como el aceite del motor: suaviza todo para que funcione bien.
Cuando pasas tiempo con Dios, Él derrama ese “aceite” en tu vida, para que tu día no sea áspero ni pesado, sino más ligero y llevadero

La benignidad nos guía al cambio

La Biblia dice en Romanos 2:4 que es la benignidad de Dios la que nos lleva al arrepentimiento. Es decir, cuando experimentamos su bondad, entendemos que Él no nos trata como merecemos, sino con amor, y eso nos impulsa a querer cambiar y vivir mejor.
Pedro lo explica también: si de verdad hemos probado la benignidad del Señor, entonces debemos dejar de lado la malicia, el engaño, la envidia y todo lo que lastima a otros (1 Pedro 2:1-3).

La benignidad es un vestido que elegimos cada día

En Colosenses 3:12 se nos dice: “Vístanse de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia”.

La benignidad no es solo algo que se dice, es algo que se nota en la manera en que tratamos a los demás. Es como la ropa: cada mañana decides qué ponerte. Del mismo modo, cada día eliges si vestirte de enojo, orgullo o indiferencia… o si vistes tu vida con la benignidad de Dios.

Pídele a Dios un corazón comprensivo
Salomón pidió a Dios un corazón entendido para gobernar con justicia
(1 Reyes 3:9), y Dios le concedió un corazón sabio y comprensivo.

Ese mismo llamado es para nosotros:
sé comprensivo, respeta a los demás, perdona como Dios te perdona. Como dice Colosenses 3:13: “Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda”.

OJO:

La benignidad es la forma práctica de mostrar el amor de Dios en nuestra vida diaria. No es teoría, es acción. Cada palabra amable, cada perdón ofrecido, cada gesto de comprensión, es vestirnos del carácter de Cristo.

Pregunta para reflexionar:
¿Qué “vestido” decidirás ponerte hoy: el de la dureza y el egoísmo, o el de la benignidad que refleja a Dios?

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Señor, enséñame a vestirme cada día de tu benignidad; que mis palabras sanen y no hieran, que mis acciones reflejen tu amor, y que mi vida sea un recordatorio vivo de que Tú eres bueno, paciente y compasivo conmigo. Amén.
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